Ha transcurrido casi un mes desde que comenzara la movilización de carácter feminista en nuestra universidad, y que a la fecha mantiene nuestros tres campus tomados y por lo tanto, sin que sea posible llevar a cabo en ellos, las acciones académicas propias de nuestra Casa de Estudios.

En este contexto es que me permito compartir con ustedes algunas reflexiones.

En primer lugar, quiero destacar la prestancia y valentía de quienes están impulsando este movimiento de carácter nacional. Si bien es cierto comparto con matices sus juicios y apreciaciones, debo reconocer que tal y como han señalado autoridades de gobierno, autoridades académicas y las propias lideresas del movimiento, a lo largo de la historia han existido y aún hoy existen, situaciones de agravio y desigualdad en contra de la mujer, muchas de las cuales fueron naturalizadas a lo largo de los siglos. La vitalidad de las acciones llevadas a cabo en estos dos últimos meses, y que apuntan a revertir esta situación, a mi juicio sólo tiene parangón con las que impulsaran a comienzos del siglo XX, mujeres de la talla de Elena Caffarena, Olga Poblete y Amanda Labarca, entre otras.

En segundo lugar, independientemente de la legitimidad de las reivindicaciones, quiero hacer un llamado a moderar el ímpetu de algunas expresiones emitidas en estos días, por parte de las Asambleas de Mujeres Movilizadas. Probablemente para ellas lo avanzado hasta ahora por nuestra Institución, que desde 2016 viene llevando acciones en materia de igualdad y prevención de situaciones de acoso, no logra satisfacer plenamente sus expectativas. Sin embargo, me parece necesario valorar las medidas adoptadas por nuestra Comunidad Universitaria, que incluyen el establecimiento de protocolos, la realización de jornadas y la generación de instructivos de denuncia. En este sentido, me parece indispensable destacar sobremanera, el rol de la Comisión de Género y Diversidad, instancia de diálogo triestamental que busca llegar a definir una política integral de género.

En tercer lugar, quiero agradecer la disposición manifestada por aquellas mismas Asambleas, a objeto de analizar y buscar soluciones conjuntas a las peticiones emitidas desde las estudiantes de los tres campus. En esta línea, me parece importante señalarles que de parte de nuestro Gobierno Universitario, existe la plena disposición a sostener aquellas conversaciones, para lo que nos parece pertinente, establecer una instancia de diálogo, dependiente de la rectoría que canalice y complemente el trabajo de la mencionada comisión, en orden a analizar lo solicitado en el petitorio y generar la propuesta de política de género en todas sus dimensiones, tales como prevención, educación, sanción y reparación.

En cuarto lugar, me parece muy significativa la motivación que expresan las estudiantes para adquirir todas aquellas herramientas que les permitan ser las futuras profesionales que el país requiere, con la responsabilidad social debida. Por lo mismo y porque es nuestro deber como formadoras y formadores asegurar la más alta calidad en este proceso, con miras a la excelencia institucional que asegure la futura acreditación, es que uno de los temas irrenunciables debe ser el cumplimiento riguroso de los logros de aprendizaje de cada una de las asignaturas en nuestras diferentes carreras para el año 2018.

Finalmente, quiero hacer un llamado a todas y todos. Estamos siendo parte de un momento histórico, en que se abren las posibilidades ciertas de avanzar en más derechos y en mayor igualdad. Seamos parte en ello, tomando consciencia, auto-evaluándonos, siendo partícipes de los cambios culturales que serán necesarios implementar a partir de ahora, en conjunto con transformaciones normativas e institucionales. Pero hagámoslo sobre la base del diálogo, la tolerancia, la normalización institucional, la prudencia y el compromiso con la excelencia académica en todas sus dimensiones y teniendo siempre en mente el engrandecimiento de nuestra UTEM.

Con afecto,

Luis Pinto Faverio

Rector